Ayer al salir al balconcito a
fumar un pitillo por caer la tarde como hago a diario, el aire frío me olía a
Pamplona. Me sonreí y me fijé que precisamente el cielo en ese momento era como
allí, con nubes grises dispersas que preceden la noche. Al frente el lucero del
alba, redondo y brillante. Me acordé mucho de ti, y me parecía que en cualquier
momento vendrías por detrás rodeándome con tus brazos para quitarme el frio y
apoyando tu barbilla sobre mi hombro dirías: “fíjate, estás en el balcón más
bonito. Mira los acebos, mira el perejil, ninguno tiene las plantas tan
cuidadas”. Pero de repente fue abrir los ojos y ver mi terracita cerrada, toda
ella cubierta por una fina capa de polvo y al fondo el esqueleto desnudo del
tendedero. Giré el cuello buscando encontrar a alguien pero sólo vi de lejos el
salón oscuro. Al final sólo el humo de mi cigarrillo, sólo el aire frío y las
nueves grises eran Iruña.
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